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Ávila - Capilla del nacimiento de Santa Teresa de Jesús
 El convento de Santa Teresa de Jesús en Ávila se fundó en el solar que ocupaba la casa de don Alonso de Cepeda y doña Beatriz de Ahumada, padres de Santa Teresa, y la capilla del nacimiento, situada en el presbiterio, en la cabecera de la iglesia, coincide con el lugar donde estuvieron las alcobas o dormitorios de la familia. Iglesia y convento se inauguraron en 1636 y son Bien de Interés Cultural desde 1886. La Capilla del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús tiene una decoración profusa y un retablo barroco del siglo XVIII, con una imagen de Santa Teresa atribuida a Gregorio Fernández. En los lados hay cuatro pequeños retablos, también barrocos, con lienzos dedicados a las cuatro órdenes religiosas con que la Santa se relacionó -jesuitas, carmelitas, franciscanos y dominicos-. Sobre ellos hay pinturas de escenas de la vida de la Santa y sus visiones, motivos que también adornan las vidrieras.
Acción globalLa actuación de la Fundación fue global y compleja y recuperó tanto los revestimientos como los bienes muebles que contiene la capilla natal: retablos, mayor y laterales; zócalo de azulejos; pinturas murales de la bóveda y los paramentos; lienzos y vidrieras. La proximidad y el estudio detenido de la capilla favorecidos por esta restauración han permitido fechar en torno a 1890, una segunda fase en su ornamentación, tras la aparejada a su construcción en 1729. A esta segunda fase corresponden las vidrieras y el zócalo de azulejos de la fábrica de cerámicas de La Moncloa, donado por el industrial y político liberal Isidro Benito de la Peña. El motivo de esta renovación es que los carmelitas, tras la desamortización de Mendizábal, regresan al convento en 1876 y unos años después, con la ayuda de particulares, actualizan la capilla. Se instaló un gran andamio de tres pisos, necesario para alcanzar el techo y restaurar la bóveda, muy decorativa, con yeserías en relieve, pintadas y doradas, que estaba muy oscurecida por el humo de las velas y deteriorada por repintes poco delicados, aplicaciones de purpurina y barniz, dado que, en el pasado y ante la falta de medios, era común tapar los desperfectos pintando encima sin limpiar ni aplicar ningún tratamiento previamente. La bóveda también estaba dañada por antiguas goteras y ha sido necesario reintegrar parte de la cornisa. Los restauradores saben ahora que los muros de la capilla se han pintado en dos ocasiones: la primera en tonos verdosos, en el momento de su construcción a finales del siglo XVIII, y la segunda, en rojo y amarillo, un siglo después. Lo que resulta curioso es que en ambos casos se pintó con los cuadros y retablos colocados, tal como se ha comprobado al restaurar.
Grandes cuadros, Santa Teresa y San JoséEn cuanto a los tres cuadros del siglo XVIII de grandes dimensiones que cubren la parte alta de los muros de la capilla, el menor de ellos pudo desmontarse y restaurarse en el taller y los dos más grandes, de cinco metros de longitud cada uno, ante la complejidad de sacarlos de la capilla sin una acción de cierta agresividad, se restauró in situ, gracias a un novedoso sistema magnético que ofrece soporte para poder trabajar. La recuperación de estos lienzos, con escenas de la vida de Santa Teresa, reveló colores más vivos y brillantes, especialmente en los tonos de rojo y verde, y sacó a la luz escenas en segundo plano, que permanecían ocultas por la suciedad acumulada.
La Fundación restauró también la imagen de San José con el Niño, una escultura de calidad, en este caso, sí ejecutada específicamente para este retablo. Al limpiarla, los restauradores descubrieron que la vara florida que porta en su mano derecha es de plata, lo que no se apreciaba por el ennegrecimiento del metal. Tras la limpieza, se aprecia ahora también el notable trabajo de filigrana en las flores. Vidrieras, retablo y zócaloLa restauración deparó algunas novedades de interés como la autoría de al menos una de las dos vidrieras. Al desmontar la inferior, que narra la fuga de Santa Teresa a tierra de moros con su hermano Rodrigo, se halló la firma que revela su autoría “R. Escribano, Pintor, 1892”. Ricardo Escribano es un artista sevillano que trabajó para la fábrica de La Cartuja en esas fechas, muy hábil para reflejar el movimiento de las figuras. En el retablo, los restauradores encontraron numerosas notas con peticiones de fieles de varias nacionalidades -asiáticos, indios, franceses o argentinos, entre otros- y hasta objetos como dientes de leche para pedir protección sobre los niños. Esta costumbre de devoción popular es frecuente en muchas iglesias. Todas estas notas y pequeños objetos que escondía el retablo se retiraron para que no interfieran en su óptima conservación y quedarán bajo custodia de la comunidad de los Padres carmelitas, como testimonio religioso y cultural. También el zócalo de azulejos de finales del siglo XIX, con motivos vegetales en tonos verdes, azules y ocres, fue objeto de la minuciosa restauración, mediante medios mecánicos y químicos suaves. En algunos casos, se reprodujeron las piezas perdidas con idéntico color y brillo al vidriado original. Finalmente, se retiró la lámpara de araña, incorporada en el siglo XIX, y se sustituyó por una nueva iluminación fría, no lesiva y más adecuada.
| FICHA TÉCNICATipo: Restauración (Bienes muebles) Colaboradores: Comunidad de Padres Carmelitas Descalzos del convento de La Santa de Ávila Presupuesto: 200.714,00 € Año de realización: 2006 |
